Cuando Fedora nos describió el lugar donde se casaría, jamás imaginamos que fuese tan hermoso. Planificamos para vernos unos meses antes de la boda y conocer a Llewelyn además de conversar con ambos sobre los detalles de ese día. Aprovechamos el viaje y paseamos, conociendo e imaginando los posibles lugares para hacer las fotografías.
No sé si recuerdan la película “Un paseo por las nubes”, bueno, cuando llegamos allí nos sentimos que estábamos en el mismo sitio, pero no, no estábamos en la finca de Las Nubes en el valle de Napa. Sino en Vide, un pequeño pueblo perteneciente a Castrelo do Miño en Orense.
Con un hermoso embalse que tiene más parecido con un pequeño lago en el que se practican deportes náuticos y en sus orillas prosperan hectáreas de viñedo plantadas con variedades autóctonas.
Realmente un lugar de ensueño, y más cuando nos enteramos que para la fecha de la boda los viñedos estarían en su mejor momento.
Así que con la ilusión de aprovechar todo aquello al máximo, unos meses más tarde nos fuimos a Vide.
Empezamos desde temprano, apreciando la dedicación y cuidado con el que Fedora y su familia organizaban todo.
Y muy cerca de allí estaba Llewelyn con su familia, emocionado, viviendo con mucha ilusión los minutos previos a la ceremonia.
Y nosotros allí siendo testigos de todo, escribiendo con nuestras fotografías su historia. Como decimos nosotros viviendo y sintiendo la fotografía en primera fila.
Llegamos a la Capilla de la Virgen del Portal en Rivadavia, donde continuamos disfrutando de las demostraciones de afecto entre los chicos y el que sus familiares y amigos les expresaron continuamente.
Fue un día increíble, al salir de la ceremonia hicimos una parada y aprovechamos unos viñedos que estaban en el camino. Tuvimos la suerte de disfrutar de un sol maravilloso que resaltaba el verde de las parras y si a eso le sumamos la buena vibra de los chicos los resultados no podían ser otros.
Ya solo quedaba disfrutar, brindar por la nueva pareja y desearles lo mejor.
Y como sabíamos que el día de la boda no podríamos disfrutar de todas las maravillas que nos ofrecía aquel lugar, en la tarde del día siguiente ya descansados hicimos la postboda.
Que bien la pasamos, no parábamos de disparar, cada sitio al que íbamos era más hermoso que el anterior. Una experiencia inolvidable.
Gracias Fedora y Llewelyn por confiar en nosotros y permitirnos contar su historia. No podíamos dejar de mencionar y agradecer a nuestra querida Astrid por su complicidad y por ser tan especial con ambos. La familia Maduro Malpica tiene un lugar especial en Carlos Negrín Photography. Se les quiere un montón.
Fotografías: Carlos y Sofía